Las regiones secas se extienden por el 40% de la superficie terrestre, son ecosistemas caracterizados fundamentalmente por la escasez de agua. Estos territorios han sido moldados durante milenios por la sequía, el calor, el pastoreo, la recolección de madera y productos forestales no maderables, y el cultivo de la tierra.
Las zonas semiáridas y áridas
Dentro de las regiones secas, los expertos suelen distinguir cuatro subtipos: zonas subhúmedas secas, semiáridas, áridas e hiperáridas, según el índice de aridez (IA) que presenta el lugar. El IA es un indicador ambiental utilizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que valora la relación entre la precipitación (P) y la evaporación (PET) de una zona. Un territorio se considera seco cuando su IA es inferior a 0,65, por lo que quedan excluidas las regiones polares y algunas zonas de alta montaña que también cumplen este criterio pero cuentan con características ecológicas completamente diferentes.
Las zonas semiáridas tienen un ratio P/PET de entre 0.20 y 0.50. La escasez de agua limita la producción de cultivos, forraje, madera y otros servicios de los ecosistemas, lo que ha llevado a que estos territorios hayan estado históricamente habitados por pueblos con un conocimiento ancestral de su manejo, basado en sistemas de producción agroforestal.
En las zonas áridas, el ratio P/PET de la zona es entre 0.05 y 0.20. La falta de agua en estas áreas hace que los suelos, vulnerables a la erosión hídrica y eólica, tengan baja fertilidad debido al bajo contenido de materia orgánica en su capa superior. Como resultado, se limita la posibilidad de producción agroforestal y los territorios presentan una alta riesgo de desertificación. La posibilidad de la vida humana en estas regiones depende de la obtención de agua a través de otros medios, como pozos, acueductos o el uso de sistemas de recolección de agua de lluvia.
Las zonas subhúmedas secas y las regiones hiperáridas
Las zonas subhúmedas secas tienen un ratio P/PET de entre 0.50 y 0.65. En estas áreas, la cantidad de precipitación sí permite el desarrollo de sistemas de producción agroforestal y la presencia de ecosistemas de vegetación xerófila. La región seca de México es un ejemplo de estas zonas e incluye varias especies características como el maguey, que era una planta valiosa para los antiguos mexicanos. El bosque espinoso es otro ejemplo de los ecosistemas presentes en estas zonas, una formación vegetal compuesta por árboles que no superan los 15 m de altura y que se distribuye en varias regiones de México.
Las regiones hiperáridas, también conocidas como desiertos verdaderos, tienen un ratio P/PET menor que 0.05. La aridez extrema de estos territorios supone un gran desafío para la vida humana debido a la falta de agua y la escasa posibilidad de producción agroforestal. La mayoría de los desiertos están ubicados en las regiones subtropicales y en zonas alejadas de la costa. Entre los desiertos más conocidos se encuentran el del Sahara, el de Gobi y el de Atacama.
Las características del clima y la fauna en las regiones secas
En las regiones secas, las temperaturas suelen ser elevadas y hay mucha variabilidad entre el día y la noche. Esto es especialmente cierto en las zonas cercanas a los trópicos o al ecuador, pero también en los desiertos del interior de los continentes.
La fauna de las regiones secas es muy diversa, aunque está adaptada a condiciones extremadamente difíciles de subsistencia. Muchas especies de cactus, matorrales, pastizales, serpientes, lagartijas, lobos, coyotes y bisontes son propias de estos territorios. Su flora y fauna, aunque escasas, tienen una gran capacidad de adaptación y resiliencia.
El aprovechamiento de las regiones secas
Las regiones secas atrapan el 40% del carbono del planeta, pero su afectación y el cambio en el uso de los suelos pueden comprometer esta capacidad de almacenamiento. Por eso, es importante que existan medidas y políticas destinadas a su conservación.
Las comunidades que habitan estas zonas han desarrollado diversas estrategias para la subsistencia en estos entornos hostiles. En las zonas semiáridas, una solución ha sido el aprovechamiento de recursos silvopastoriles y agroforestales. Estos sistemas de producción contribuyen a la conservación del suelo, la biodiversidad y la producción de alimentos.
Los habitantes de las regiones hiperáridas, sin embargo, han desarrollado habilidades para la supervivencia. La caza, la recolección y la búsqueda de fuentes de agua son algunas de las estrategias que se han utilizado. En cualquier caso, en todas las regiones secas se requiere de prácticas sostenibles de manejo de los recursos naturales para asegurar la subsistencia a largo plazo.
Conclusión
Las regiones secas son espacios de adaptación para la vida animal y humana que exigen una gestión y manejo sostenibles de los recursos naturales. La escasez de agua es uno de los principales desafíos que enfrentan estas zonas, pero también es cierto que la capacidad de adaptación y resiliencia de su flora y fauna es muy alta. En cualquier caso, es necesario seguir trabajando en políticas y prácticas que permitan aprovechar sus recursos y al mismo tiempo preservar su riqueza ecológica.