La santidad es una cualidad esencial en la Biblia, tanto para Dios como para sus seguidores. En el contexto bíblico, se refiere a una separación y consagración a Dios, alejamiento de lo que es inmundo y acercamiento a lo divino, sagrado y puro. No se trata simplemente de una actitud ética, sino de una transformación espiritual completa que afecta los pensamientos, palabras y acciones de los creyentes. En este artículo, exploraremos en profundidad el significado bíblico de la santidad y su aplicación en la vida de los cristianos.
Dios, la Santidad suprema
La santidad es una de las virtudes fundamentales de Dios. Según la Biblia, Dios es perfecto en todo sentido, y su santidad se enfatiza repetidamente en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea para santo y santidad aparece más de 800 veces. En el libro de Isaías, Dios se presenta como “el Santo de Israel”, y en el libro de Apocalipsis, se describe a los ángeles proclamando: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir”.
Según la Biblia, la santidad de Dios se manifiesta en su justicia, su misericordia y su amor. Los profetas de Israel hablaron en repetidas ocasiones sobre la santidad de Dios, y su llamado a la santidad también está presente en el Nuevo Testamento. En Mateo 5:48, Jesús dice a sus discípulos: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.
La santidad en la vida de los creyentes
La Biblia no solo habla de la santidad de Dios, sino que también llama a sus seguidores a vivir de manera santa. En 1 Pedro 1:15-16, se exhorta a los creyentes a ser santos en todas sus conductas: “sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy santo'”.
La santidad en la vida de los creyentes es el reflejo de la obra transformadora de Dios en su ser. Los hijos de Dios ya son santos gracias a su relación con Jesús como Señor y Salvador, pero también son llamados a vivir en santidad y a reflejar esa obra en sus vidas. La santidad impacta las actitudes, el carácter, las acciones y las palabras de los hijos de Dios.
El proceso de santidad
La santidad es un proceso en la vida del creyente, que comienza con su conversión y continúa a lo largo de toda su vida. El apóstol Pablo habla sobre la santificación en Romanos 6:19b-22: “ahora presentad vuestros miembros como esclavos de la justicia para santificación. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia. ¿Pero qué fruto teníais entonces de aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos esclavos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”.
Es importante destacar que la santidad es un fruto del Espíritu Santo, no una obra de la carne. El crecimiento en la santidad es motivado por el amor y la gratitud hacia Dios, no por la obligación o el legalismo.
La santidad en las relaciones interpersonales
La santidad también es importante en las relaciones interpersonales entre los creyentes. En Hebreos 12:14-15, se exhorta a buscar la paz y la santidad en todas las relaciones interpersonales: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brote ninguna raíz de amargura y corrompa, y por ella muchos sean contaminados”.
La santidad debe ser intachable delante de Dios y fortalece la relación entre los hermanos de fe. En 1 Tesalonicenses 3:12-13, Paulo habla sobre la necesidad de crecer en amor y santidad: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros; a fin de que sean confirmados vuestros corazones en santidad, irreprensibles delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”.
La santidad y nuestro cuerpo
La santidad también se aplica al cuerpo y a nuestra conducta sexual. En 2 Corintios 7:1, Pablo exhorta a purificarse de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. En 1 Tesalonicenses 4:3-4, se insta a los creyentes a apartarse de la inmoralidad sexual y a controlar su propio cuerpo de manera santa y honrosa.
Además, en 1 Corintios 3:16-17, se enseña que el cuerpo de los hijos de Dios es el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ellos: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.
La santidad en la adoración y el servicio a Dios
La santidad también se aplica a todo aquello relacionado con la adoración y el servicio a Dios. En la Biblia, se encuentra la referencia de lugares, celebraciones y objetos santos creados para la adoración del Señor. Estos elementos se tratan con sumo respeto y cuidado.
En el Antiguo Testamento, el Templo de Jerusalén era el lugar más sagrado para los judíos. Ellos consideraban su Templo el símbolo de la presencia de Dios en la tierra. El Templo de Jerusalén tenía varias divisiones y cada una de ellas estaba reservada para un grupo específico de personas. El lugar más sagrado era el Santo de los Santos, donde solo podía entrar una vez al año el Sumo Sacerdote.
Por otro lado, la Biblia menciona que ciertas fechas y celebraciones eran consideradas sagradas por Dios y debían ser observadas por los creyentes. Por ejemplo, en Levítico 23, se describen las fiestas del Señor, entre las que se encuentran el Día de Reposo (Sábado), la Pascua, Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos.
La santidad de las personas elegidas por Dios
En la Biblia, el término santo también se aplica a personas que han vivido una vida destacada en la religión, elegidas o distinguidas por Dios. En el Antiguo Testamento, las personas consideradas santas eran los profetas, los reyes y los sacerdotes. Eran personas designadas por Dios y apartadas para su servicio.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo habla sobre la santidad de los creyentes, así como también menciona a algunos creyentes individuales que son considerados santos. Por ejemplo, en Romanos 16:2, se menciona a Febe, una sierva de la iglesia de Cencrea, como santa.
La canonización en la iglesia católica
En la iglesia católica, los individuos se convierten en santos a través del proceso de canonización, que implica la confirmación de la santidad de la persona a través de un análisis de sus virtudes heroicas, y si sufrieron martirio, entre otros requisitos. El Papa es quien se encarga de llevar a cabo la canonización después de confirmar la santidad de la persona. Según el catolicismo, los santos tienen que haber realizado dos o más milagros, demostrando así su vinculación con Dios.
Conclusión
En resumen, la santidad según la Biblia implica una separación y consagración a Dios, una transformación completa de nuestro ser, una relación intachable con Dios y una vida marcada por la obra del Espíritu Santo. La santidad se manifiesta en cada aspecto de nuestra vida, desde nuestra conducta sexual hasta nuestra adoración y servicio a Dios.
La santidad es una virtud indispensable y fundamental en la vida del creyente, que nos llama a crecer en amor, justicia y misericordia. Pero también es un desafío constante, que requiere una decisión diaria de alejarnos de lo que es inmundo y acercarnos a lo que es divino.
Como creyentes, debemos buscar constantemente la santidad y dejar que la obra del Espíritu Santo transforme nuestros pensamientos, palabras y acciones. Solo así podremos llegar a ser los instrumentos que Dios desea para su obra en el mundo.