El cuento “No oyes ladrar a los perros” es una obra maestra de la literatura mexicana. Escrito por Juan Rulfo, el relato aborda temas profundos y existenciales, como la familia, la violencia y la redención. En este artículo, exploraremos la trama de la historia, analizando los personajes y los símbolos que aparecen en ella.
La historia del padre y el hijo
La trama de “No oyes ladrar a los perros” se centra en un padre que lleva a su hijo herido a cuestas en busca de ayuda en un pueblo cercano. Durante el camino, los dos personajes principales, el padre y su hijo Ignacio, mantienen una conversación tensa y emotiva que revela la complejidad de sus relaciones familiares.
El padre, que habla en primera persona, recrimina a Ignacio por sus errores y su comportamiento violento, mientras que el hijo permanece en silencio, lo que añade una capa adicional de misterio a la historia. A medida que avanzan, el padre se da cuenta de que las cosas no van a ser fáciles, ya que no encuentra ayuda ni el hijo parece mejorar.
Los símbolos en el camino
En la narración, Juan Rulfo utiliza una serie de símbolos para expresar la sensación de desesperación y dolor que sienten los personajes. Uno de los símbolos más importantes es la luna, que aparece a lo largo del relato como un elemento recurrente, a veces como vista, a veces en sombras o ausente. Este símbolo representa la incertidumbre que rodea a la historia y la eventual redención que, uno podría esperar.
Otro de los símbolos más importantes es el perro, que en un principio parece ausente, pero que es clave en el título y suscita una tensión narrativa en la trama. Hacia el final del cuento, el padre oye ladrar a los perros en el pueblo más cercano, un sonido que representa la esperanza cuando ya casi es tarde. También puede simbolizar la bienvenida a la ayuda que tanto busca Ignacio en su dolor.
La estructura de la narración
La forma en que Juan Rulfo presenta la trama de “No oyes ladrar a los perros” es innovadora y original. La narración se desarrolla en torno a una conversación entre el padre y su hijo, y todo el relato discurre en tiempo presente. Esta estructura permite al autor imbuir la historia de una sensación de inmediatez dramática que se transmite al lector con gran facilidad.
Uno de los elementos más destacados de la estructura interna del cuento es el hecho de que la tensión dramática aumenta a medida que avanzan los personajes hacia el pueblo en busca de ayuda. A esto se suma la tensión emocional que cada uno siente por sus respectivos resentimientos. Este método de narración le confiere al cuento una profundidad inusual que lo hace memorable para los lectores.
El final de la trama
El final de la trama de “No oyes ladrar a los perros” es tan triste como conmovedor. La historia llega a su fin con la muerte del hijo, en un desenlace que sorprende a nadie. Pero, aunque el destino del hijo sea intrascendente, el deuda moral del padre le martiriza al punto de buscar algún alivio en la presencia canina.
El padre se siente abatido por el hecho de haber fracasado en su misión de salvar la vida de su hijo, pero al escuchar el ladrido de los perros, siente una mínima reparación a esa deuda, algún destello de esperanza en la desesperanza. De cierta forma, se puede decir que en ese momento, la trama llega a su conclusión.
Conclusión
En conclusión, la trama de “No oyes ladrar a los perros” es un relato fascinante que aborda temas universales como la familia, la violencia y el dolor. Con una estructura innovative, unos símbolos muy bien escogidos, y unos personajes inolvidables, este cuento de Juan Rulfo se ha convertido en un referente esencial de la literatura mexicana contemporánea.
Sin lugar a dudas, se trata de un relato que no deja a nadie indiferente y su profundidad es inigualable a pesar de la aparente sencillez de la trama. Para los amantes del realismo mágico, “No oyes ladrar a los perros” es una obra que no se puede perder.